Nació el 2 noviembre 1885 – Falleció el 8 julio 1932
Por la fundamental importancia que adquirió la letra del tango “Mi noche triste (Lita)”, que se proyectó hacia la historia del tango con fuerza y condición de modelo, el autor de su música —Samuel Castriota—, si bien no ha sido nunca olvidado, su ubicación y su mención, en cambio, han estado en un plano secundario. No está de más, pues, que lo recordemos cuando el 8 de julio se cumpla un nuevo aniversario de su desaparición.
Tiene la vida de Samuel Castriota, con relación a la de Pascual Contursi, con quien compartió la autoría del tango memorable, algunos hechos —coincidencias, desencuentros y curiosidades— que, sin saberlo ellos, los acercaron y los alejaron impensadamente.
Los dos nacieron en noviembre, bajo el signo de escorpio, y con diferencia de pocos años —Contursi, el 18 de noviembre de 1888, y Castriota, el 2 de noviembre de 1885—. Habrían de morir también en un mismo año, el de 1932, con 49 días de diferencia: Contursi el 20 de mayo y Castriota el 8 de julio.
Y sin conocerse, el tango los acercó. Sin parar mentas en el autor de la música, Pascual Contursi acomodó su hallazgo literario a esta obra de tres partes que escuchó en Buenos Aires y que se llamaba “Lita” y que había sido estrenada instrumentalmente en el Café El Protegido, de San Juan y Pasco, por el conjunto que dirigía desde el piano su creador. Solamente en el momento de la grabación gardeliana, la intervención de Razzano y Gardel los acercó, e incluso suavizó algunas asperezas y encaminó las aspiraciones económicas de ambos. Sin enemistarse, no resultaron al final amigos como supone la sólida alianza que lograron en la composición. Igualmente volvieron a colaborar esta vez de mutuo acuerdo, queriendo reeditar el campanazo inicial, en el tango “Sentate hermano” (subtitulado “Bebé conmigo”) que ni de lejos, alcanzó la calidad, la repercusión y el impacto de “Mi noche triste (Lita)”.
Y hay que reiterar algo sobre este tango de Samuel Castriota: que coadyuvó decididamente para el éxito del ensamble literario, porque era una música diferente a los clásicos tangos de la guardia vieja a los cuales Contursi había estado incorporando sus primeras letras. Sus tres partes tenían una estructura de profundo contenido melódico, de apropiada disposición para aceptar la propuesta literaria. Y, cosa curiosa, música y palabras se encontraron y se constituyeron en la vigorosa y admirable coalición de Mi noche triste sin que sus autores hubieran tomado contacto. Y, reitero, cuando se conocieron y acordaron colaborar en otras composiciones, no consiguieron ni remotamente acercarse al singular acierto del «octosílabo memorable», como lo ha denominado Gobello.
Nació en la ciudad de Buenos Aires, y pasó su infancia en San Miguel, localidad cercana a la Capital, donde alternó su aprendizaje de peluquero con el de guitarrista orejero, disposición
musical esta última que siguió cultivando en Buenos Aires, ciudad a la que volvió cuando tenía 16 años.
Más adelante, y ya entreverado en pequeños conjuntos, accedió al piano, siempre intuitivamente. De pronto acertó la lotería. Con esa cantidad de dinero instaló un negocio de peluquería en la Capital y se alejó momentáneamente de la música. La retomó, ya como pianista y con algunos estudios, formando un trío con Vicente Loduca en bandoneón y Francisco Canaro en violín, que actuó algún tiempo por la zona de la Boca. Formó luego su propio conjunto, con el que estrenó “Lita”, por mediados de la década del 10.
Y con ello se sacó la grande nuevamente. Contursi, al incorporarle los versos que transformarían a ese tango en “Mi noche triste”, lo puso en el camino de la notoriedad y de la nada desdeñable fuente de ingresos por concepto de derechos de autor.
Siguió dirigiendo su orquesta o alternando como pianista en otras, y también componiendo. Pero sin llegar a los sucesos de aquel tango predestinado. Le pertenecen además estos títulos: “La yerra” (su primera obra, de 1913), “La cotorrita”, “El gorrión”, “Flor de cardo (A ella le gusta)”, “Como brilla”, “Como quiera”, “La mañanita”, “Campero”, “El gaucho [b]”, “El loco de los inventos”, “Nido de amor”, que con algunos otros constituyen su producción puramente instrumental del tiempo ése de “Mi noche triste (Lita)”.
Posteriormente, intentó suerte con otras composiciones cantables que dio a conocer por intermedio del teatro y no consiguieron repercusión, todas compartidas con autores teatrales: “Dolor de ausencia”, con Carlos De Paoli; “El ciruja de Sorrento”, con Juan Andrés Caruso; “Patio olvidado”, con Carlos Cabral y “Chica moderna”, con Enrique Pedro Maroni, además de los otros ya nombrados con Pascual Contursi.
También, arriesgó versificar dos tangos suyos, “Notas lejanas” y “Mi coronel”, con los cuales no pasó nada. Además, entre todas las obras compuestas, sin contar “Mi noche triste”, hay una que tuvo méritos y divulgación aceptables: se trata de “El arroyito”, que llevó versos de Celedonio Flores.
En líneas generales, se lo puede considerar un músico de buenas aptitudes y marcada significación en la hornada de instrumentistas que cubrieron la historia del tango en las primeras décadas de este siglo. Y le correspondió el mérito, y el honor, de haber contribuido a cimentar los firmes peldaños de esa escalera por la que el tango subió de los pies a los labios.
Fuente: Todotango
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