Recopilando tangos     

                Y volví, transité por el Caminito empedrado buscando La Casita de mis viejos, cuánta Nostalgia invadía el Recuerdo, cuántas Confidencias sobre sus paredes, cuántos Amores de Estudiante en un día de primavera.

Dejé de lado esa Confesión, estaba De vuelta al Bulín y solo por la voz, me reconoció el viejo criado. Ese era el Barrio Reo cuando en los años de purrete, jugábamos en la calle con la Pelota de Trapo porque no podíamos juntar las chirolas para la grande de goma. Quizá fue el tiempo que me alejó, tal vez la Mala Junta, esa que te hace caer y cuando quieres reaccionar ya es Tarde. La Gayola desnudó mis pensamientos, el Dandy dejó su pilcha elegante y el Pucherito de Gallina lo cambié por Pan y Agua en ese encierro.

Pensé mucho hasta que Me lo dijo el corazón: “tu vida está en el Sur, allí donde el Tango sonaba con El último Organito, allí donde el Último Guapo jugaba con desprecio su vida, allí donde conociste a Malena; allí, en ese lugar, dejarás la Rebeldía y encontrarás la Paciencia para empezar de nuevo”.

“Y no lo pienses más —me dije— Quiero verte una vez más, Mi barrio de Tango, porque Cuando tallan los Recuerdos, el corazón es un fuelle donde gime un Bandoneón y Nada puede ser capaz de detenerlo”.

Volver fue mi meta, casi Sin palabras abracé al viejo criado. Quién hubiera dicho que aquella fulera vida, Un Infierno, quedaba en el Olvido y que Mi noche triste iba a dejar paso a los Reencuentros.

Pasional como nadie, apreté el Tabaco entre mis labios y apuré de un trago lo que quedaba del Whisky.

Quedé Mano a Mano con mi pasado, me serví La última Copa y desde la ventana de Mi cuartito azul, me quedé observando la Garúa que suavemente humedecía La Callecita de mi barrio.

 

César Benedettelli