César Benedettelli, es oriundo de Lanús, provincia de Buenos Aires. Casado, dos hijos, tres nietos. Licenciado en Kinesiología y Fisioterapia. Ejerció su profesión en el hospital alemán y en su consultorio particular durante 40 años. Conoció Pinamar en 1980 enamorándose de sus playas y de sus bosques. Desde muy joven incursionó en la poesía. Con el correr del tiempo, encuentras en la novela su primera gran pasión, a la cual se aboca de lleno un vez retirado de su actividad profesional; sin embargo había otra pasión, “ el tango”, dónde también hizo su aporte poético, prueba de ello son su “ Recopilando tangos”, “ Valceando recuerdos”, “Alma de bailarín”, “ El angel de Pichuco”, entre otros trabajos.-
Recopilando tangos
Y volví,transité por el Caminito empedrado buscando La Casita de mis viejos, cuánta Nostalgia invadía el Recuerdo, cuántas Confidencias sobre sus paredes, cuántos Amores de Estudiante en un día de primavera.
Dejé de lado esa Confesión, estaba De vuelta al Bulín y solo por la voz, me reconoció el viejo criado. Ese era el Barrio Reo cuando en los años de purrete, jugábamos en la calle con la Pelota de Trapo porque no podíamos juntar las chirolas para la grande de goma. Quizá fue el tiempo que me alejó, tal vez la Mala Junta, esa que te hace caer y cuando quieres reaccionar ya es Tarde. La Gayola desnudó mis pensamientos, el Dandy dejó su pilcha elegante y el Pucherito de Gallina lo cambié por Pan y Agua en ese encierro.
Pensé mucho hasta que Me lo dijo el corazón: “tu vida está en el Sur, allí donde el Tango sonaba con El último Organito, allí donde el Último Guapo jugaba con desprecio su vida, allí donde conociste a Malena; allí, en ese lugar, dejarás la Rebeldía y encontrarás la Paciencia para empezar de nuevo”.
“Y no lo pienses más —me dije— Quiero verte una vez más, Mi barrio de Tango, porque Cuando tallan los Recuerdos, el corazón es un fuelle donde gime un Bandoneón y Nada puede ser capaz de detenerlo”.
Volver fue mi meta, casi Sin palabras abracé al viejo criado. Quién hubiera dicho que aquella fulera vida, Un Infierno, quedaba en el Olvido y que Mi noche triste iba a dejar paso a los Reencuentros.
Pasional como nadie, apreté el Tabaco entre mis labios y apuré de un trago lo que quedaba del Whisky.
Quedé Mano a Mano con mi pasado, me serví La última Copa y desde la ventana de Mi cuartito azul, me quedé observando la Garúa que suavemente humedecía La Callecita de mi barrio.
Voz: Marcelo González
VALCEANDO RECUERDOS
Esa noche salí temprano a recorrer las calles de ese barrio, mi barrio, Bajo un cielo de estrellas que iluminaban, Al pasar, Tu vieja ventana, aquella donde te di El último beso Antes de partir.
Creo no haberte dicho Adiós, solo dije: Acuérdate de mí, un Absurdo fue pretender que cerraras tu Corazón de oro a mis locuras.
Recuerdo que cada tarde me llegaba A la puerta del viejo colegio a esperar que salieses con tu impecable guardapolvo blanco y tu sonrisa dibujada al verme. Pedacito de cielo, te decía, y tú me respondías: no vayas al médico, Tu diagnóstico es sencillo, sé que no tienes remedio. Entre gozos de alegría guardábamos nuestro secreto. Ese Sueño de juventud, que tejíamos a diario como un hermoso Romance de barrio, nos llevó a jurar Eternamente un amor en esas Noches de frío, cuando bajo el alero del Caserón de tejas, nos besábamos en silencio.
Soñar y nada más, pareció ser mi destino. ¿Qué pasó? ¿Quizá El jardín del amor se había secado o había perdido la Admiración por tu belleza?
Arrastrado por los deseos me aparté de tu lado y cuando me di cuenta, ya era tarde, un Amor al viento, esos que no duran más allá de Un placer, me dejaban Sin esperanza.
Las hojas de los árboles crepitaban bajo mis pasos, ese otoño me había devuelto al lugar del que nunca debí apartarme. Las notas de un vals me volvieron a la realidad. En una verdulera, un viejo botoneaba Desde el alma, recordando tal vez La vieja serenata de otros años felices.
Adiós juventud, había vuelto y solo rescataba en la música de ese hombre aquellos momentos que disfrutaba junto A mi primera novia. ¿Qué habrá sido de ella? Quemá esas cartas, me dije, solo sirven para recordarla. Ella Se fue, tu vuelta es una Ilusión azul que pronto desaparecerá como las Rosas de otoño que poco a poco irán perdiendo sus pétalos.
Volví al bulín, me recosté en la catrera, y entre recuerdos de aquella juventud, comencé a tararear versos de Luna de arrabal: “es medianoche, ella duerme y su balcón, entornado me espera que llegue”.
Voz: Tito Bausela
El ángel de Pichuco
El purrete triste tomó las bolitas,
el hoyo en la tierra tapó con su pie,
silbando bajito se fue caminando,
unas chapas sucias el albergue de él.
Se paró en la esquina, el bar del porteño,
un fuelle cansino escuchó sonar,
sobre el vidrio frío apoyó la ñata
y toda su alma se sintió vibrar.
Los ojos cerrados del bandoneonista
sobre el instrumento, parecía soñar,
con un dos por cuatro le marcaba el ritmo
a un tango nacido de aquel arrabal.
Su amor por Pichuco era irrelevante,
soñaba que un día sería como él,
pero un sueño solo era su destino
como un fuelle mudo hecho de papel.
Las notas del tango de pronto apagaron,
ya nadie quedaba ni en el mostrador,
del vidrio empañado apartó la ñata
y pronto un impulso lo metió al salón.
Aquel veterano que tocaba el fuelle,
lo miró a los ojos y le sonrió,
—¿me deja tocarlo? —le dijo el purrete.
Ojalá algún día me lo envíe Dios.
—Sentate a mi lado, ¿querés que te enseñe?
Sobre el lompa sucio, puso el bandoneón.
Los ojos del pibe saltaron de gozo,
la nota marcada llegó al corazón.
Sabe, yo me llamo Aníbal,
igual que el maestro siento la pasión,
cuando escucho un tango ya nada me importa,
si a la noche duermo fuera de un colchón.
—Mañana tocamos, vení que te espero
te tendré a mi lado, junto al director
y verás de cerca, cómo se abre el fuelle
y salen las notas de este bandoneón.
—Le diré a la vieja lo que me ha pasado,
que un ángel de arriba, Pichuco mandó,
para que me enseñe que todo es posible,
cuando un tango errante su meta encontró.
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