Es sin dudarlo uno de los paradigmas de la canción popular. Junto a Ignacio Corsini, constituyen la zaga principal que se ubica detrás de la figura consular de Carlos Gardel.

El intentar su caracterización es uno de los cometidos más difíciles porque, sin querer, se nos mezclan aspectos de muy variada naturaleza.

Los tangueros tradicionales de su época no lo querían, por no responder a los cánones precisos del fraseo gardeliano y los vanguardistas tampoco, ya que su estilo no se correspondía con la renovación que gestaban. Pero ambos reconocían la belleza de su voz y la calidad de su interpretación.

Sin embargo los sectores más humildes de la ciudad y del interior del país lo veneraban, hasta tal punto que su popularidad y su fama crecieron vertiginosamente y es al día de hoy que sus fanáticos lo consideran al mismo nivel del Zorzal Criollo.

¿Cuál es la explicación de este fenómeno? Si buscamos por su voz y su técnica sacamos la conclusión que la primera era brillante y caudalosa, y que la segunda era perfecta, afinada, representativa de la escuela italiana de canto.

Su repertorio puede darnos alguna otra pista ya que estaba compuesto por piezas de géneros muy diferentes y despareja calidad. Tratándose de un arquetipo del «cantor nacional» el mismo estaba integrado por muchos temas de corte criollo, también tangos y algunas raras canciones provenientes de otras latitudes.

La temática de sus tangos elevan el rol de la mujer —hasta ese entonces culpable de todos los dramas del hombre—, como ejemplo podemos mencionar “Levanta la frente”, donde reivindica a la madre soltera, “No quiero verte llorar”, donde el hombre se compadece colocándose en un mismo plano, o en “Libertad” donde los protagonistas reconocen la culpa de ambos al momento de separarse.

No creo que esta actitud poco machista sea la causa de tanta adhesión o de tanto desprecio.

El tema social, la grave descripción del padecimiento, y por momentos el melodramatismo de sus historias son la causa de la división de las aguas.

Para algunos contaba cosas que testimoniaban la realidad social y cultural de su época y por eso se identificaban con él, para otros era un fiel exponente de la cursilería popular, una manifestación artística poco elevada.

Finalmente, y sin con esto dar por saldado el interrogante, creo que Magaldi encarnó las dos visiones de esta contradicción, prevaleciendo su calidad de cantor y su dulce voz sobre alguna mala elección de su repertorio, sin entrar a analizar su gusto interpretativo y menos la virtud de su inserción en el campo popular.

Agustín Magaldi nació en la ciudad de Casilda, provincia de Santa Fe. Su infancia transcurrió entre esa ciudad y Rosario, por eso la confusión en torno al lugar de su nacimiento.

Atraído por la magia de Enrico Caruso y otros tenores en boga en la década del diez, de muy joven se sintió con condiciones de entonar canciones líricas y se sumó a las compañías de los conservatorios de Rosario y Santa Fe, donde cantó algunas veces, entre 1918 y 1919.

 

Pero la lírica, que apasionaba al cantor, no sería su modo de vida ya que su primordial herramienta de trabajo serían las canciones populares.

Tal es así que a comienzos de la década del veinte Agustín forma dúos con amigos santafesinos como Héctor Palacios —luego famoso solista—, Nicolás Rossi y Espinosa (del cual no se conoce su nombre de pila), entonando piezas del repertorio criollo.

En 1923 decidió radicarse en Buenos Aires y comienza a cantar en cafetines, canciones criollas y tangos, hasta que en 1924, apadrinado por la famosísima cancionista arrabalera Rosita Quiroga ingresa al sello Victor.

El dúo Quiroga-Magaldi graba pocos discos ya que en 1925 por intermedio de Enrique Maciel se forma el dúo Magaldi-Noda.

Pedro Noda, cantor de Mataderos (barrio de los suburbios de Buenos Aires) era la segunda voz ideal para la tonalidad de Agustín y a partir de entonces comenzará a forjarse la historia de uno de los mejores dúos de todos los tiempos.

Agustín, además de cantar en dúo lo hacía como solista, incluyendo grandes tangos a su repertorio.

Los guitarristas iniciales del dúo fueron Enrique Maciel y José María Aguilar. En 1926 Genaro Veiga y Rosendo Pesoa. En 1927 Pesoa y Rafael Iriarte y en 1928 Diego Centeno y Ángel Domingo Riverol.

En todo ese tiempo el dúo graba en la casa Victor y actúan en los principales cines y teatros de Buenos Aires, en el interior del país y en el Uruguay.

En 1929 pasan a grabar discos en el elenco de la compañía Brunswick y componen uno de sus resonantes éxitos “El penado catorce”.

Sus guitarristas son Diego Centeno y Juan Epumer y cantan en radio y durante varias temporadas consecutivas en el Cine Real.

En Brunswick Agustín colabora como estribillista en discos especiales con las orquestas Donato-Zerrillo, Típica Brunswick, Ricardo Brignolo y Osvaldo Fresedo.

En 1933 el dúo junto a las guitarras de Centeno, Epumer y Colia, vuelve a la casa Víctor y realizan una gira por Chile. Dos años después, participan en la película Monte criollo donde interpretan “Mi sanjuanina”.

El 31 de diciembre de 1935, después de diez años de grandes triunfos, el dúo se desintegra y en 1936 Magaldi inaugura su etapa como solista exclusivamente, acompañado por las guitarras de Centeno, Ortiz, Francini, Carré y el arpa de Félix Pérez Cardozo, mientras que Noda se une en dúo con Carlos Dante.

Magaldi hace furor en Radio Belgrano y “Nieve” su balada rusa se convierte en su caballito de batalla que el público siempre reclama al igual que su tango “Libertad”.

Sus versiones de “La muchacha del circo”, “Dios te salve m’hijo”, “Acquaforte”, “Berretín” y “Consejo de oro”, resultan antológicas, no obstante la comparación inevitable que hagamos con Gardel.

Fue distinto, despertó de igual modo la crítica despiadada y la más ferviente adhesión popular, paradójicamente todos lo reconocen como un ídolo y hoy su figura está instalada en la galería de los más grandes cultores de la música popular.

CONSEJO DE ORO – ( ARQUIMEDES ARCI )