El Tortoni
Si algún lugar es ejemplo de nuestras costumbres, si es símbolo de la amistad, del encuentro, de la pausa, de la reflexión, del lamento y de las esperanzas es el Café. Un lugar que hizo de nuestra idiosincrasia un sello único y personal. El tango, en su constante escarbar y reflejar nuestras vidas, no le fue ajeno a ese, casi, sagrado lugar. Ahí están El último café, Cafetín de Buenos Aires, Café La Humedad, Café de los Angelitos, Viejo Tortoni, Café de Barracas, Cafetín, etc.

Y en esta historia de estaño y confesiones surge de entre todos el más señero, el que aún se levanta orgulloso en una ciudad que trata de disimular su pobreza, un lugar que mantiene la prestancia de otros tiempos y la esperanza de que las cosas van a cambiar: El Tortoni.

Posiblemente El Tortoni sea el paradigma del café porteño. Poco se sabe de sus orígenes. Los escasos datos que se tienen de su fundación hablan del año 1858 y el responsable pudo ser un francés, de apellido Tuan, que abrió una confitería en la esquina de Esmeralda y Rivadavia, sitio donde hoy está la plaza Roberto Arlt. El nombre lo tomó de un establecimiento del Boulevard des Italiens de París, donde se reunía la elite cultural del siglo XIX de aquella ciudad.

Esa esquina de Esmeralda y Rivadavia fue la esquina de El Tortoni hasta 1880 porque en ese año se comenzó a construir el nuevo edificio en la manzana de enfrente, Rivadavia 826. A un lado de la numeración un cartel indicaba: Salón para familias. Hoy esas mesas están separadas por unas pesadas cortinas de terciopelo bordó. El concepto de Salón para familias no era caprichoso, tenía un motivo muy poderoso: No se permitía sentarse a hombres solos. Una disposición que pretendía alejar a las mujeres de acercamientos masculinos inapropiados. Conceptos de la época. Esta nueva ubicación abre sus puertas en 1893

Pero la historia de El Tortoni no se detendría allí.
Cuando el intendente Torcuato de Alvear decide abrir la primera avenida de la ciudad -Avenida de Mayo- fue necesario construir una nueva entrada que daría sobre la nueva avenida: Avenida de Mayo 829.

El arquitecto Christophersen fue en encargado de dirigir la obra y el nuevo dueño era otro francés: Celestino Curuchet. Los habitués de aquellos tiempos lo describían de la siguiente manera: «Menudo de cuerpo y fuerte de espíritu, estilaba la clásica perilla alargada, ojos vivísimos, corta y enmarañada barba ríspida y usaba un miliunanochesco casquete árabe de seda negra, con su caída borla de oro».

Con Curuchet, artistas e intelectuales ganaron un lugar en el café. Tal vez esos artistas e intelectuales no gastaban mucho dinero, pero daban lustre y fama al lugar. Y así la actividad de Curuchet no se limitó a vender café (entre otras cosas), si no a crear un centro de producción y difusión cultural y así desfilaron por su salón: Antonio Cunill Cabanellas, Raúl Scalabrini Ortiz, Conrado Nalé Roxlo, Leopoldo Marechal, Emilio Pettoruti, Raúl González Tuñón, Alfonsina Storni, Xul Solar, Baldomero Fernández Moreno, Juan de Dios Filiberto, entre otros.

El 25 de mayo 1926 se inauguró oficialmente la peña, en la que uno de sus hitos fue la actuación de Carlos Gardel. Recordemos que Gardel cantó allí en los homenajes que se le rindieron al dramaturgo Luigi Pirandello. En esa inauguración estuvieron presentes, entre otros, Benito Quinquela Martín, Alfonsina Storni y Juan de Dios Filiberto. Aquella peña es hoy la famosa bodega de El Tortoni.

El mobiliario que hoy se encuentra en el local está compuesto de 100 mesas de roble y mármol y 400 sillas que son las originales. La caja registradora aún está en su lugar pero sólo como un elemento decorativo. En esa caja aún existe el primer logotipo que identificó al café. Luego vinieron dos más, el actual reproduce la marquesina original del lugar.

En cada rincón de El Tortoni hay homenajes a sus habitués más famosos. Así se puede apreciar un óleo de Benito Quinquela Martín y una foto tomada por Aldo Sessa del pintor en su estudio. En el rincón de homenaje a Federico García Lorca hay un dibujo hecho por el poeta.

Pero El Tortoni no solo es un sitio para el arte y la cultura, es también un sitio para degustar «Los Clásicos»: Cerveza y sidra «tirada» directamente de los barriles siguiendo el método tradicional. Leche merengada, que es un helado con crema chantilly, claras de huevo batidas a nieve y canela. Chocolate con churros preparados artesanalmente.

Como dije al comienzo el café es un sitio casi sagrado que es parte de nuestra vida, porque mucho de ella se nos va en sus mesas. Y en este caso como dice el tango de Eladia Blázquez, Viejo Tortoni, refugio fiel, sigue siendo el lugar donde, por arte de alguna magia, que solo dan la historia y el recuerdo, podemos volver a encontrarnos con nosotros mismos.

JORGE GUTMAN

VIEJO TORTONI – ELADIA BAZQUEZ – ( E. BLAZQUEZ – H. NEGRO ) )